Arqueocine

Arqueocine puede ser una bella palabra que encierra un concepto técnico, o, simplemente un contacto con el cine primero, o, una mirada al comienzo de la cinematografía, con la pretensión de entender ese lenguaje total que se encuentra presente de manera inequívoca en un buen film.Hacer arqueocine es ver y estudiar cine arcano en su contexto y su relación con el cine de hoy.



Hacer arqueocine es también, disfrutar del goce estético de aquellos films con los cuales se inicia la cinematografía como arte.



Hacer arqueocine con un cierto rigor debe implicar, posiblemente, un método y una unidad de análisis sobre la cual aplicar ese método. Sobre esa unidad de análisis, pareciera, no haber problema: ella está en el film. Con respecto al método, otro es el problema, ya que necesariamente debemos emitir un juicio estético y a la vez, un juicio técnico, pero también, todos sabemos apreciar en un film tonos éticos, tintes políticos y climas humanos que moldean todos ellos, eso que llamo la voz, o, algo que contar cinematográficamente.



Y, si le hacemos la pregunta a un antropólogo como Levy Strauss: ¿Qué es el arqueocine? El contestaría serenamente… es la semiología del cine arcano.

domingo, 6 de junio de 2010


LA EDAD DE ORO



En la actualidad el cine es la gran forma artística popular, lo fue
equivale a decir que no es arte en absoluto. Desde que apareció se nos
dijo que al fin había nacido un arte que llegaría a las masas y quizá las
liberaría. La gente afirma ver en el cine posibilidades negadas a las restantes
artes. ¡Tanto peor para el cine!
No existe un arte llamado cinematógrafo, pero hay, como en todas
las artes, una forma de producción para los más y otra para los menos.
Desde la muerte de las películas de vanguardia -creo que Le Sang d'un
Poéte, de Cocteau, fue la última - sólo queda la producción masiva de
Hollywood.
Las escasas películas que podrían justificar la categoría de "arte"
aparecidas desde el nacimiento del cinematógrafo (ocurrido hace unos
cuarenta años) murieron casi en embrión. Se trata de uno de los lamentables
y sorprendentes hechos relacionados con el desarrollo de una
nueva forma artística. A pesar de todos los esfuerzos el cinematógrafo
parece incapaz de afirmarse como arte. Quizás ello se deba a que el
cinematógrafo, más que cualquier otra forma artística, se ha convertido
en una industria controlada, en una dictadura en la que se domina y
silencia al artista.
Inmediatamente se define un hecho sorprendente, a saber, !que las
películas más grandes se han producido a poco costo! No se necesitan
millones para producir una película artística; en realidad, es axiomático
que cuanto más dinero cuesta una película peor será probablemente.
¿Por qué, pues, no cobra realidad el auténtico cine? ¿Por qué el cinematógrafo
permanece en manos de la turba o de sus dictaduras? ¿Se
trata simplemente de un problema económico?
Debe recordarse que se fomenta en nosotros el reconocimiento .de
las restantes artes. Más aún, nos son impuestas casi desde la cuna.
Nuestro gusto está condicionado por siglos de inoculación. En la actualidad
uno se siente casi avergonzado de confesar que no gusta de éste
o aquel libro, de éste o aquel cuadro, de ésta o aquella pieza de música.
Puede ser que nos sintamos mortalmente aburridos, pero no lo reconoceremos.
Fuimos educados para fingir placer y admiración por las grandes
obras de arte con las que, lamentablemente, no tenemos ya ninguna
relación.
El cinematógrafo ha nacido y es un arte, otro arte... pero nació demasiado
tarde. El cinematógrafo nació de un gran sentimiento de cansancio.
En realidad, cansancio es una palabra excesivamente suave. El
cinematógrafo nació en el preciso momento en que estamos muriendo.
Lo mismo que un patito feo, el cinematógrafo se imagina más o menos
relacionado con el teatro, cree que quizá nació para reemplazar al teatro,
que ya está muerto. Nacido en un mundo desprovisto de entusiasmo y
de gusto, el cinematógrafo se desempeña como un eunuco: agita un
abanico de plumas de pavo real ante nuestros ojos somnolientos. El
cinematógrafo cree que lo que nosotros le pedimos es que nos adormezca.
Ignora que estamos muriéndonos. Por lo tanto, no culpemos al cinematógrafo.
Preguntémonos por qué hemos de permitir que esa forma
artística auténticamente maravillosa perezca ante nuestros propios ojos.
Preguntémonos por qué cuando realiza los esfuerzos más heroicos para
conmovernos, sus gestos son desatendidos.
Hablo del cinematógrafo como hecho real, como algo que existe,
que tiene validez, exactamente como la música, o la pintura o la literatura.
Me opongo resueltamente a los que creen que el cinematógrafo es
un medio de explotar las restantes artes, o aun de resumirlas. El cinematógrafo
no es otra forma de esto o de aquello, ni el producto sintético
de todos los demás éstos - y - aquéllos. El cine es el cine, y nada más. Lo
cual es bastante. En realidad, es algo magnífico.
Como cualquier otro arte, el cine encierra en sí mismo todas las
posibilidades de creación de antagonismos, de promoción de la revuelta.
El cine puede hacer por el hombre lo que las otras artes han hecho, y es
posible que más, pero la primera condición, el prerrequisito es, en realidad
-¡que lo saquen de las manos de la turba! Comprendo muy bien
que la turba no crea las películas que vemos... por lo menos técnicamente.
Pero en un sentido más profundo la turba es la que realmente
crea las películas. Por primera vez en la historia del arte la turba ha
dictaminado lo que el artista debe hacer. Por primera vez en la historia
del hombre ha surgido un arte que complace exclusivamente a las masas.
Quizá cierta oscura comprensión de este hecho original y deplorable
explique la tenacidad con que "el estimado público" se aferra a su arte.
¡La pantalla silenciosa! ¡Imágenes de sombras! ¡Ausencia de color! Comienzos
espectrales, fantasmales. Las masas mudas visualizándose ellas
mismas en estos féretros malolientes que desempañaron el papel de
primeras salas de proyección. Una curiosidad abismal por verse reflejadas
en el espejo mágico de la era de la máquina. ¿De qué tremendos
temores y ansias surgió el arte "popular"?
Me imagino perfectamente que el cine no hubiera nacido nunca.
Me imagino una raza de hombres para quienes el cinc habría sido absolutamente
innecesario. Pero no puedo imaginar a los autómatas de esta
era sin un cine, sin cierta forma de cinematógrafo. Nuestros hambreados
instintos han clamado durante siglos en procura de más y más sustitutos.
Y como sustituto de la vida el cinematógrafo es ideal. Alguien observó
la expresión de esas alimañas del cine cuando abandonan la sala? ¡Ese
soñador aire de vaciedad, esa mirada inexpresiva del pervertido que se
masturba en la oscuridad! Apenas puede distinguírselo de los adictos a
las drogas: salen de la sala cinematográfica como sonámbulos.
Por supuesto, eso es lo que desean nuestras gastadas y maltratadas
bestias de trabajo. Que no haya más temor ni lucha, ni misterio, ni maravilla
y alucinación, sino paz, el fin de la inquietud, la irrealidad del
ensueño. ¡Pero que sean sueños gratos! ¡Sueños tranquilizadores! AL
llegar aquí es difícil no pronunciar una palabra de consuelo para los
pobres diablos que afrontan la tarea de calmar esta inextinguible sed de
la turba. Está de moda en la intelectualidad ridiculizar y condenar los
esfuerzos realmente hercúleos de los directores de películas, y particularmente
de los narcotizadores de Hollywood. Se aprecia escasamente la
inventiva necesaria para crear diariamente una droga que contrarreste el
insomnio de la turba. Es inútil condenar a los directores, y tampoco
tiene sentido deplorar la falta de gusto del público. Se trata de hechos
concretos e irremediables. El que prostituye y el prostituido deben ser
eliminados... /al mismo tiempo! No existe otra solución.
¿Qué diremos de un arte al que nadie reconoce la condición de
tal? Sé que ya se ha escrito mucho sobre el "arte cinematográfico". Casi
cotidianamente podemos leer artículos sobre el tema en diarios y revistas.
Pero esos materiales no examinan el arte cinematográfico... sino
más bien el horrible y remendado embrión que ahora se lanza ante nuestros
ojos, el aborto destrozado en el vientre por los obstétricos del arte.
Hace cuarenta años que el cinematógrafo se esfuerza por nacer
apropiadamente. ¡Imaginemos las perspectivas de una criatura que se ha
pasado cuarenta años de su vida naciendo! ¿Qué puede ser sino un
monstruo y un idiota?
¡A pesar de todo, reconozco que espero de este monstruoso idiota
las cosas más tremendas! Espero que este monstruo devore a su propio
padre y a su propia madre, que pierda el control de sus actos y destruya
al mundo, que empuje al hombre hacia el frenesí y la desesperación. Me
parece imposible que las cosas ocurran de otro modo. Existe una ley de
las compensaciones, y ella exige que aún este monstruo justifique su
razón de ser.
Hace cinco o seis años tuve la rara fortuna de ver La edad de oro,
la película de Luis Buñuel y Salvador Dalí que provocó un escándalo en
Studio 28. Por primera vez en mi vida tuve la sensación de que presenciaba
una película que era cine puro y nada más que cine. Desde entonces
estoy convencido de que La edad de oro es única e incomparable.
Antes de seguir quiero señalar que desde hace casi cuarenta años voy
regularmente al cine; durante ese lapso he visto varios miles de películas.
Por lo tanto debe entenderse que al exaltar la película de Buñuel y
Dalí no olvido que he visto producciones tan notables como:
La última carcajada ( Emil Jannings ) .
Berlín.
Un sombrero de paja de Italia ( René Clair ) .
El camino hacia la vida.
La souriante Madame Beudet (La sonriente señora Beudet)
(Germaine Dulac ) .
Mann Braucht Kein Gelt ( No se necesita dinero).
La mélodie du monde (La melodía del mundo) (Walter Ruttmann).
Le ballet mécanique ( El ballet mecánico).
Of What Are the Young Films Dreaming ( En qué sueñan las jóvenes
películas) ( Conde de Beaumont).
Rocambolesque (Roeamboleseo).
Three Comrades and One Invention (Tres camaradas y unainvención).
Iván el Terrible (Emil Jannings).
El gabinete del doctor Caligari.
The Crowd (La multitud) ( King Vidor).
La Maternelle ( La maternal).
Otero (Krause y Jannings).
Éxtasis (Machaty).
Grass (Pasto).
Eskimo.
Le Maudit (El maldito).
Lilliane (Bárbara Stanwyck).
A Nous la Liberté (René Clair ) .
La Terulre Ennemie (Mi adorable enemiga) (Max Ophuls).
The 1'rackwalker (El vagabundo).
El acorazado Potemkin.
Los marinos de Cronstadt.
Codicia (Eric von Stroheim) .
Tormenta sobre México (Eisenstein) .
La ópera de los mendigos.
Muchachas de uniforme (Dorothea Wieck ) .
El sueño de aria noche de verano ( Reinhardt ) .
Crimen y castigo (Picrre Blanchard ) .
El estudiante de Praga ( Corvad Veidt ) .
Pelo de zanahoria.
Banquier Pichler ( El banquero Pichler ) .
El delator ( Víctor MaeLaglen ) .
EL ángel azul ( Marlene Dietrich ) .
L'Homme a la Barbiehe.
L'Af f aire est dans le Sac ( Problema resuelto) ( Préver t ) .
Moana ( O'Flaherty ) .
Mayerling ( Charles Boyer y Danielle Darrieux ) .
Kriss.
Varieté ( Krause y Jannings ) .
Chang.
Sunrise ( Amanecer ) ( Murnau ) .
NI
Tres películas japonesas (Japón antiguo, medieval y moderno) cuyos
títulos olvidé.
NI
un documental sobre la India.
NI
un documental sobre Tasmania.
NI
un documental de Eisenstein sobre los ritos funerarios en México.
NI
ciertas películas de Lon Chaney, particularmente una basada en una
novela de Selma Lagerlof, en la que actuó junto a Norma Shearer.
NI
EL gran Ziegfield, ni Mr. Deeds Goes to Toum (El señor Deeds va
ala ciudad).
NI
Horizontes Perdidos (Frank Kapra), la primera película significativa
producida en Hollywood.
NI
la primera película que vi en mi vida, que era un noticioso que
mostraba el puente de Brooklyn y un chino con su coleta caminando
sobre el puente bajo la lluvia. Tenía solamente siete u ocho años cuando
vi esta película en el sótano de la vieja iglesia presbiteriana de Brooklyn,
en la calle Tres al sur. Después vi centenares de películas en las que
siempre parecía llover y siempre se desarrollaban terribles persecuciones,
se derrumbaban las casas y la gente desaparecía a través de una
puerta trampa, y se arrojaban tortas, y la vida humana era cosa de poco
valor, y faltaba totalmente la dignidad humana. Y después de ver millares
de películas de Mack Sennett con abundancia de pasteles y otras
grotescas bufonadas, después que Garlitos Chaplin agotó su reserva de
trucos, después de Fatty Arbuckle, Harold Lloyd, Harry Langdon y
Buster Keaton, cada uno de ellos con su propio estilo de payasadas,
vino la obra maestra de todos los festivales con lanzamiento de pasteles
y bofetadas, una película cuyo título he olvidado, pero que se cuenta
entre las primeras producciones de Laurel y Hardy. En mi opinión se
trata de la película cómica más grande de todos los tiempos... porque
lleva hasta la apoteosis el lanzamiento de pasteles. La película era una
sucesión de pasteles arrojados en todas direcciones, nada más que pasteles,
millares de pasteles, y todo el mundo los arrojaba a derecha e
izquierda. Fue la cumbre del burlesco y ya ha sido olvidada.
En todas las artes la cima se alcanza sólo cuando el artista desborda
los límites del arte que utiliza. Esto último es tan cierto para la obra de
Lewis Carrol como para la Divina Comedia de Dante, para Laotsé como
para Buda o Cristo. Es preciso poner patas arriba, saquear y trastornar
el mundo para que pueda proclamarse el milagro. En La edad de
oro contemplamos nuevamente una frontera milagrosa que despliega
ante nosotros un mundo nuevo y desconcertante que nadie ha explorado.
"Mon idée générale -escribió Salvador Dalí - en écrivant avec Buñuel le
scénario de L'Age d'Or, a été de présenter la ligne droite et pure de conduite
d'un étre qui pursuit 1'amour a travers les ignorables idéaux humanitaires,
patriotiques et autres misérables mécanismes de la róalité." (
"Cuando escribí con Buñuel el escenario de La edad de oro, mi idea
general fue presentar la recta y pura línea de conducta de un ser que
persigue el amor a través de los desdeñables ideales humanitarios y
patrióticos, y otros miserables mecanismos de la realidad:'). No ignoro
el papel desempeñado por Dalí en la creación de esta gran película, y sin
embargo no puedo dejar de verla como el producto particular de su
colaborador, el hombre que dirigió la película: Luis Buñuel. Todo el
mundo, aun los norteamericanos y los ingleses, están familiarizados con
el nombre de Dalí, el surrealista moderno de mayor éxito. Ahora está
temerariamente de moda, principalmente porque no se le comprende y
principalmente porque su obra es sensacional. En cambio, parece que
Buñuel ha desaparecido. Dícese que se encuentra en España, y que está
reuniendo silenciosamente una colección de películas documentales
sobre la revolución. Si Buñuel conserva siquiera sea una parte de su
antiguo vigor, dicha colección será simplemente asombrosa. Pues lo
mismo que los mineros de Asturias, Buñuel es hombre que arroja dinamita.
Buñuel está obsesionado por la crueldad, la ignorancia y la superstición
que aflige a los hombres. Comprende que el hombre no tiene
esperanza sobre esta tierra, a menos que se haga tabla rasa y se empiece
de nuevo. Aparece sobre la escena en el momento en que la civilización
se encuentra en su nadir.
No cabe la menor duda de ello: el aprieto en que se encuentra el
hombre civilizado es feo asunto. Está entonando el canto del cisne sin
haber tenido la alegría de haber sido cisne. Ha caído en la trampa de su
propio intelecto, y está maniatado, estrangulado y destrozado por su
propia simbología. Está atacado en su arte, sofocado por sus religiones,
paralizado por su conocimiento. No glorifica la vida, puesto que ha
perdido el ritmo vital, sino la muerte. Reverencia la decadencia y la
putrefacción. Está enfermo, y todo el organismo social está infectado.
Han aplicado a Buñuel todos los calificativos: traidor, anarquista,
pervertido, calumniador, iconoclasta. Pero no se atreven a llamarlo
loco. Es cierto que en sus películas refleja la locura, pero ésta no es
creación de Buñuel. Ese caos maloliente que durante una breve hora,
poco más o menos, se fusiona bajo su varita mágica, es la locura de las
realizaciones humanas después de diez mil años de civilización. Para
demostrar su reverencia y su gratitud, Buñuel pone una vaca en la cama
y envía un camión recolector de basura a través del salón. La película
está formada por una sucesión de imágenes sin secuencia, cuyo significado
debe ser buscado bajo el umbral de la conciencia. Quienes se sintieron
decepcionados porque no lograron hallar orden o significado en
esta película, no lo encontrarán en ninguna parte, salvo quizás en el
mundo de las abejas o de las hormigas.
Recuerdo ahora el encantador y breve documental que precedió a la
película de Buñuel, la noche que ésta fue proyectada en Studio 28. , Se
trataba de un agradable y breve estudio del matadero, perfectamente
apropiado y significativo para las vestales de la cultura de estómago
débil que habían ido a silbar la gran película. Aquí todo era familiar y
comprensible, aunque quizá de mal gusto. Pero había orden y significado,
del mismo modo que hay orden y significado en un rito caníbal. Y
finalmente se agregó aún cierto toque de esteticismo, porque cuando
acabó la matanza y los cuerpos decapitados fueron retirados, las cabezas
de los lechones fueron infladas cuidadosamente con aire comprimido
hasta que adquirieron una apariencia tan monstruosamente vital, tan
sabrosa y suculenta que involuntariamente fluía la saliva. (¡Sin olvidar
los tréboles que taponaban el ano de todos y cada uno de los cerdos!)
Como dije, reflejaba una actividad carnicera perfectamente comprensible,
y en realidad el trabajo estaba tan bien hecho que arrancó una salva
de aplausos a algunos de los más elegantes miembros del público.
Hace aproximadamente cinco años que vi la película de Buñuel, y
por lo tanto no puedo sentirme absolutamente seguro, pero abrigo la
casi total certidumbre de que su producción no incluía escenas de matanzas
humanas organizadas, ni guerras, ni revoluciones, ni inquisiciones,
ni linchamientos, ni interrogatorios de tercer grado. A decir verdad,
aparecía un ciego a quien se maltrataba, un perro que recibía un puntapié
en el estómago, un niño cruelmente baleado por el padre, una anciana
viuda abofeteada en el curso de una fiesta y escorpiones que luchaban
a muerte entre las rocas, cerca del mar. Pequeñas crueldades aisladas
que, debido a que no estaban entretejidas en una pequeña pauta comprensible,
parecían impresionar a los espectadores mucho más que el
espectáculo de una matanza al por mayor en el campo de batalla. Hubo
algo que conmovió aún más sus delicadas sensibilidades, y fue el efecto
de Tristán e Isolda de Wágner sobre uno de los protagonistas. ;Era posible
que la divina música de Wágner excitara los apetitos sexuales de un
hombre y de una mujer al extremo de impulsarlos a rodar en el sendero
cubierto de grava y morderse y masticarse mutuamente hasta sacarse
sangre? Era posible que esa música se posesionara de la joven hasta el
punto de llevar a chupar con perversa lascivia el dedo del pie de una
estatua? ¿Acaso la música provoca orgasmos, suscita actos perversos, y
enloquece realmente a la gente? Ese gran tema legendario inmortalizado
por Wágner, atiene algo que ver con un vulgar hecho como el amor
sexual? La película parece sugerir una respuesta afirmativa. Se diría que
sugiere más, pues a través de las ramificaciones de esta Edad de Oro,
Buñuel, como un entomólogo, ha estudiado lo que llamamos amor, con
el fin de descubrir, bajo la ideología, la mitología, las vulgaridades y las
fraseologías el total y sangriento mecanismo del sexo. Ha aislado para
nosotros los ciegos metabolismos, los venenos secretos, los reflejos
mecánicos, las secreciones de las glándulas, el complejo total de fuerzas
que unen al amor y a la muerte en la vida.
¿Es preciso agregar que en esta película hay escenas con las que
jamás se había soñado hasta ahora? Por ejemplo, la escena en el excusado.
Cito de las notas del programa:
"Il est mutile d'ajouter qu'un des points culminante de la pureté de
ce film nous semble cristallisé done la vision de 1'heroine dans les cabinets,
oú la puissance de 1'esprit arrive á sublirnor une situation généralement
baroque en un élément poétique de la plus pure noblesse et
solicitude” (Es innecesario agregar que uno de los puntos culminantes
de la pureza de esta película se encuentra cristalizado, a nuestro entender,
en la visión de la heroína en el excusado, momento en que la poten
cia espiritual logra sublimar una situación por lo general barroca en un
elemento poético de la mayor nobleza y soledad.)
¡Una situación por lo general barroca! Quizá lo que hay de barroco
en la vida humana, o más bien en la vida del hombre civilizado, es lo
que confiere a las obras de Buñuel ese aspecto de crueldad y de sadismo.
Crueldad y sadismo aislados, porque la gran virtud de Buñuel consiste
en que se niega a dejarse atrapar en el deslumbrante tejido de lógica y de
idealismo que procura disimular la naturaleza real del hombre. Quizá,
como Lawrence, Buñuel es un idealista al revés. Quizá su profunda
ternura, la gran ternura y poesía de su visión lo obliga a revelarlo abominable,
lo malicioso, lo horrible y los hipócritas postizos del lumbre.
Como a sus precursores, aparentemente le anima un odio tremendo por
la mentira. Como es un ser normal, instintivo, sano, alegre y modesto,
se encuentra solo en la loca mare de las fuerzas sociales. Porque es
absolutamente normal y honesto se le mira como a un ser raro. También
como en el caso de Lawrence su obra divide al mundo en dos campos
opuestos: los que están por él y los que están contra él. No hay términos
medios. O se está loco, como el resto de la humanidad civilizada, o se
está bueno y sano como Buñuel. Y cuando uno está sano y bueno se es
anarquista y se tiran bombas. El gran honor conferido a Luis Buñuel
cuando se exhibió esta película, consistió en que los ciudadanos franceses
le reconocieron la condición de auténtico anarquista. El teatro fue
tomado por asalto y la policía limpió la calle. Por lo que sé, la película
no ha vuelto a ser exhibida, salvo en funciones privadas, y ello muy de
raro en raro. Fue llevada a Estados Unidos, exhibida ante un público
especial, y la única impresión que suscitó fue de perplejidad. Entre
tanto, Salvador Dalí, el colaborador de Buñuel, estuvo varias veces en
Estados Unidos y allí provocó furor. A Dalí, cuya obra es enfermiza,
aunque muy espectacular y provocativa, se le aclama como un genio.
Dalí infunde conciencia del surrealismo al público norteamericano, y
crea una moda. Dalí regresa con los bolsillos llenos de dinero. Se acepta
a Dalí... como a otro aborto del mundo. Aborto por aborto: en ello se
expresa una justicia divina. El mundo enloquecido reconoce la voz del
amo. La yema del huevo se cortó. Dalí se inclina por los Estados Unidos,
Buñuel recibe los desechos.
Quiero repetirlo: ¡La edad de oro esa mi entender la única película
que revela las posibilidades del cinematógrafo! No apela al intelecto ni
al corazón: golpea en el plexo solar. Es como descargar un puntapié en
el vientre de un perro enloquecido. ¡Y aunque fue un valiente puntapié
en el vientre, y estuvo bien dirigido, no es bastante! Luis Buñuel tendrá
que producir otras películas aún más violentas que ésta. Pues el mundo
está en coma y el cinematógrafo continúa agitando ante nuestros ojos un
abanico de plumas de pavo real.
A veces reflexiono sobre lo que Buñuel puede ser y en lo que quizás
está haciendo, y me pregunto lo que podría hacer si se lo permitieran,
y acabo pensando en todo lo que se elimina en las películas.
Alguien nos ha mostrado el nacimiento de un niño, o por lo menos el de
un animal? De insectos sí, porque el elemento sexual es débil, porque
no hay tabúes. Pero aun en el mundo de los insectos, Vinos han mostrado
a la manos religiosa, y el festín amoroso que es el acné de la voracidad
sexual? Nos han mostrado cómo nuestros héroes ganaron la
guerra... y murieron por nosotros? Nos han mostrado las heridas abiertas,
y los rostros destrozados? ¿Nos muestran ahora lo que ocurre diariamente
en España cuando las bombas llueven sobre Madrid? Casi
todas las semanas se abren cines destinados a presentar noticiosos, pero
no hay noticias. Una vez por año nos ofrecen un repertorio de los
acontecimientos más destacados del mundo preparado por los cronistas
de noticias. No es más que una serie de catástrofes: catástrofes ferroviarias,
explosiones, inundaciones, terremotos, accidentes automovilísticos,
desastres aéreos, choques de trenes y de barcos„ epidemias,
linchamientos, asesinatos entre pistoleros, desórdenes, huelgas, conatos
de revoluciones, golpes de mano, muertes. El mundo parece un manicomio,
y es un manicomio, pero nadie se atreve a morar en él. Cuando
se prepara la presentación de un sorprendente fragmento de locura, ya
apropiadamente castrado, se advierte a los espectadores que no deben
manifestar sus opiniones. El edicto es: ¡Manténgase imparcial! ¡No
perturbe su propio sueño! Se lo ordenamos en nombre de la locura...
mantenga la calina! Y en general se atiende a las exhortaciones. Se las
atiende involuntariamente, porque cuando el espectáculo concluyó
todos se han sumergido en el drama innocuo de una pareja sentimental,
gente honesta y sencilla como nosotros mismos, que hacen exactamente
lo mismo que nosotros, con la única diferencia de que por hacerlo se les
paga bien. Se nos ofrece esta nulidad y esta vaciedad como el plato
principal de la velada. El entremés es el noticiosa sazonado de muerte,
ignorancia y superstición. Entre ambas fases de la vida no existe la menor
relación, salvo el vínculo establecida por el dibujo animado. Pues el
dibujo animado es el censor que nos permite soñar las más horribles
pesadillas, violar y matar, y corromper y saquear sin despertarnos. La
vida cotidiana es como la vemos en la película principal: el noticioso es
el ojo de Dios el dibujo animado es el alma sacudida en su propia angustia.
Pero ninguna de las tres formas es la realidad común a todos los
que pensamos y sentimos. Se las han arreglado para cubrirnos con un
camuflaje, y aunque se trata de nuestro propio camuflaje, aceptamos la
ilusión como realidad. Y la razón de ello consiste en que la: vida tal
como la conocemos se ha convertido en algo absolutamente insoportable.
Huimos de ella con un sentimiento de terror y de disgusto. Los
hombres que vienen después de nosotros descubrirán la verdad oculta
por el camuflaje. Que nos compadezcan del mismo modo que quienes
somos entes vivos y reales compadecemos a los que nos rodean.
Cierta gente cree que La edad de oro es un sueño del pasado, y
otras la conciben como el milenio que ha de venir. Pero Lee edad de,
oro es la realidad inmanente a la que con nuestra vida cotidiana contribuimos
o dejamos de contribuir. El mundo es según lo hacemos diariamente,
o según no logramos hacerlo. Si hoy vivimos en una atmósfera
de locura, ello obedece a que estamos locos. Si uno acepta que éste es
un mundo loco, quizá logre adaptarse a él. Pero quien experimenta en sí
mismo un sentido creador no desea realmente adaptarse. Voluntaria o
involuntariamente, influimos los unos sobre los otros. Esa recíproca
influencia puede ser simplemente negativa. Cuando escribo sobre Buñuel
en lugar de hacerlo sobre cualquier otro tema, tengo conciencia de
que produciré cierto efecto... y para la mayoría sospecho que un efecto
desagradable. Pero no puedo abstenerme de escribir como lo hago con
respecto a Buñuel, del mismo modo que no puedo dejar de lavarme la
cara mañana. Mi anterior experiencia de la vida conduce a este momento,
y lo gobierna despóticamente. Afirmando el valor de Buñuel, afirmo
mis propios valores, mi propia fe en la vida. Si he elegido a este hombre,
repito con ello lo que hago constantemente en todos los dominios de la
vida: elegir y valorar. El mañana no es fruto del azar, no es un día como
cualquier otro día: mañana es el resultado de muchos ayer, y adviene
con un efecto potente y acumulativo. Soy mañana lo que elegí ser ayer y
anteayer. No es posible que mañana pueda negar y anular todo lo que me
llevó al momento presente.
Del mismo modo deseo señalar que la película La edad de oro no
es un accidente, y no lo es tampoco su eliminación de las pantallas. El
mundo ha condenado a Luis Buñuel, desechándolo por inepto. No todo
el mundo, porque como dije antes, apenas se conoce la película fuera de
Francia, en realidad fuera de París. Si he de juzgar por la tendencia de
las cosas desde que ocurrió este trascendente acontecimiento, no puedo
afirmar que me sienta optimista respecto de la reposición de esta película
en el momento actual. Quizá la próxima película de Buñuel produzca
mayor escándalo aún que La edad de oro. Lo espero
fervientemente. Pero mientras tanto -y aquí debo agregar que ésta es la
primera oportunidad, aparte de una breve reseña para The New Review,
que he tenido de escribir públicamente sobre Buñuel- mientras tanto,
decía, este demorado tributo a Buñuel puede contribuir a despertar la
curiosidad de quienes nunca oyeron hablar de él. Sé que el nombre de
Buñuel no es desconocido en Hollywood. Ciertamente, como muchos
hombres geniales de quienes los norteamericanos tuvieron noticia, Luis
Buñuel fue invitado a ir a Hollywood para ofrecer el fruto de su talento.
En resumen, se le invitó para que no hiciera nada y respirara. Vaya por
la gente de Hollywood...
No, el viento no soplará por ese lado. Pero en este mundo las cosas
están organizadas de un modo extraño. Hay hombres que han sido
deshonrados y arrojados de su país, y que retornan para recibir la corona
real. Algunos regresan para convertirse en azote. Algunos dejan sola
mente el nombre, o el recuerdo de sus hazañas, pero en nombre de éste o
de aquél se han revitalizado y recreado épocas enteras. Por una parte
creo que, a pesar de todo lo que he dicho sobre el cine tal como lo conocemos,
todavía puede surgir de él algo maravilloso y vital. Que ello
ocurra o no depende completamente de nosotros, dé usted que ahora
está leyendo esto. Mis palabras pueden ser simplemente una gota en la
corriente, pero quizá tengan consecuencias. Lo importante es que el
agua de la corriente no se pierda. Bien, creo que es posible encauzar la
corriente. Creo que es posible reunir a los hombres alrededor de una
realidad vital tanto como es posible agruparlos alrededor de lo falso y lo
ilusorio. El efecto de Luis Buñuel sobre mí no se perdió. Y quizá tampoco
se pierdan mis palabras.
Henry Miller